La libertad y el tiempo libre


En primer lugar, la cuestión radical que debemos plantearnos sería qué es el tiempo libre.  El tiempo libre es un concepto cuyo sentido se ha corrompido en los últimos años, hasta adquirir una connotación bastante negativa. Para nuestros abuelos o bisabuelos era algo que se disfrutaba, puesto que gracias a él descansaban la mente, algo así como se descansa el cuerpo al dormir. Pero, en la sociedad actual, en la cual el tiempo (y la productividad de este) es un sinónimo de dinero, ya no hay cabida para tener tiempo libre en nuestras vidas. De este modo podríamos definir el tiempo libre como aquel que dedicamos a no hacer absolutamente nada. A aburrirnos. A dedicarnos a la vida contemplativa. Lo cual, para la mayoría de la gente, es algo que deberíamos evitar.
Una vez definido el significado, la siguiente duda que podría surgir es si realmente el tiempo libre es necesario, o por el contrario es tan negativo como nos enseñan. La respuesta, en mi opinión, es que es imprescindible. ¿Sois capaces de imaginaros una vida donde no exista el arte, la música o la ética? Probablemente no. Bueno, pues surgieron gracias a que alguien tenía el privilegio de poder aburrirse. Quien trabaja 12 horas diarias no puede permitirse pensar en cosas tan “inútiles”. Ni siquiera puede ser realmente libre. Aquí reside, para mí, la verdadera importancia de esto. El tiempo libre y la libertad (y pienso que también la felicidad) son conceptos que siempre van de la mano. Se necesitan el uno del otro siempre.
La siguiente cuestión que se nos puede presentar es: ¿Y si el tiempo libre es algo necesario, por qué es visto hoy en día como algo malo? Pienso que, principalmente, por culpa del dinero. Como hemos dicho antes, tiempo y dinero son casi sinónimos, por tanto, el tiempo libre es a la vez sinónimo de dinero perdido. Un claro ejemplo de esto es el libro “Momo”, del escritor Michael Ende. En él se narra la historia de cómo unos hombres grises llegan a una ciudad y comienzan a negociar con el tiempo. Crean cuentas donde los ciudadanos pueden depositar su tiempo para ahorrarlo. Algo así como ocurre hoy en día con el dinero y los bancos. La metáfora del autor es clara: nuestro tiempo es transformado en dinero, y los “hombres grises” hacen negocios con él.
Como conclusión, y pese a que nos intenten inculcar que no tenemos tiempo que perder, debemos intentar todo lo contrario. Aburrirnos siempre que podamos. Y solo cuando consigamos liberarnos un poco del tiempo, por consiguiente, seremos un poco más libres.

Comentarios

  1. 1. ¿Comprende el tema y los problemas sobre los que escribe?
    El trabajo muestra un buen conocimiento del tema para estas alturas del curso y un desarrollo correcto de algunos de sus aspectos e ideas centrales. Se aprecia una correcta asimilación crítica del mismo
    2. ¿Aporta argumentos y no solo hace afirmaciones?
    El trabajo es de una clara elaboración propia. Hace aportación de sólidos argumentos aunque no hay referencias a fuentes de información de reconocido prestigio.
    3. ¿Las ideas se desarrollan en base a una estructura narrativa bien organizada?
    La presentación de las ideas sigue una secuencia lógica que facilita la lectura y la comprensión del texto.
    4. ¿Usa una prosa sencilla fácil de leer y de comprender?
    Se aprecia un uso variado y sin errores de estructuras gramaticales complejas. la prosa es correcta y fácil de leer y comprender. El vocabulario general es variado, aunque no se hace uso de vocabulario filosófico específico.
    5. ¿El trabajo contiene ejemplos y metáforas?
    Utiliza algunos ejemplos y establece paralelismos para explicar conceptos centrales en la argumentación del tema
    6. ¿Presenta con claridad y exactitud las ideas de otr@s filosof@s?
    No hay referencias explícitas a autores o autoras de la Historia de la Filosofía, pero la mención de Michael Ende es muy ilustrativa respecto a la tesis defendida y a los argumentos aportados

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